Calasparra, verano de 1997, madrugada del domingo. Un jovencísimo
Apoderao regresa bastante perjudicado de la juerga que se acaba de pegar
con sus amigos, en la que no han faltado ni pistachos, ni Fanta Naranja
ni nada. Llega a gatas a la Pensión Viuda de Cuervo e Hijos y se mete en
la habitación Nº 3, de la que lo sacan a hostias porque la suya es la Nº
4. Apoderao se acuesta y pasa unas horas entre lamentos y horribles
convulsiones debido quizá a alguna bebida en mal estado. Con ánimo de
aliviar su terrible sufrimiento, la dueña de la pensión lo envuelve en
la manta y le da una paliza considerable, que logra aplacar los gritos
de Apoderao. Pasado un buen rato, Apoderao se levanta y comprueba que su
imagen ha quedado impresionada en la sábana, que desde ese momento, es
venerada por millones de personas de todo el mundo.
"Siempre
me pareció excesivo e improcedente el fervor religioso, pero al
postrarme ante esta reliquia he visto la luz, y apenas llevaba diez o
doce cubatas."
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